sábado, 5 de junio de 2010

Segundo Subsuelo

"Compren algo, sean buenos".
Una voz mortesina sale de una habitación aislada en el fondo del mar de un segundo subsuelo, con las luces apagadas, tanteando lo poco dulce que le queda de vida.
"Compren algo, sean buenos", y la propaganda agónica y lastimosa se repite, una y otra vez, como con ganas de que salga una lágrima por donde ya no pasa la luz. Y como no pasa por ahí, parece entonces que no llega a ningún lugar, mezclando oscuridad con oscuridad, revolviendo un guiso de penumbras mientras cantra triste el speach: "Compren algo, sean buenos".
Preguntas y repreguntas, un plastificado de incógnitas, de cosas que son o podrían ser, que son como alguien dice que son. Y al testigo perfecto del crimen no le cabe más que creer o reventar, aunque a fin de cuentas a pocos nos importe.
Pero qué negra será la mente humana, que si viene un chico por un caramelo, aunque no compre nada igual podrá ser bueno. Todos alguna vez nos robamos alguna golosina. Pero en este caso la duda no será si está bien o está mal. La duda es cuánto más condenable es. El acto es inocente, la víctima es la que lo agranda. Pero bueno, al fin y al cabo, si no ve nada... que parezca un accidente.
Qué ganas de unos masticables confitados...